Decoración Zen, un estilo muy espiritual




 

Una de las tendencias más vanguardista del momento es el estilo Zen. Los occidentales han tratado de adaptar la sabiduría Zen a su ritmo de vida y a sus costumbres. Este arte oriental, en cuanto a decoración, no podía ser una excepción. Así pues, la esencia del Zen consiste en importar los espacios de oriente. Los conceptos más alejados son el clasicismo y la funcionalidad mientras que los que se imponen son la armonía y el equilibrio, además de un sutil toque masculino.
Pero antes de plantear en qué consiste la decoración Zen, debemos conocer que se esconde detrás de esta simple palabra de tres letras. Fue a principios del siglo veinte cuando comenzó a hablarse de Zen en Europa por medio de costumbres y prácticas muy establecidas en Oriente como las artes marciales, los jardines japoneses Zen o el arreglo floral. La curiosidad acerca de los aspectos de esta filosofía se fue gestando poco a poco. Lo que más llamaba la atención de artistas e intelectuales era la gran pureza estética y la profundidad de muchas de sus enseñanzas.
Algunas personalidades del Zen son por ejemplo, el maestro Taisen Deshimaru, quien hizo que en Occidente se pudiera acceder a la práctica real del Zen, ya que fue el primero en presentar una visión global del Zen en Europa. Otro gran maestro fue Kodo Sawaki, quien ha pasado a la historia como el gran reformador moderno de esta filosofía oriental.
El origen del Zen se encuentra en el budismo pero su mensaje ha perdurado hasta nuestros días debido a su significado universal, siendo por tanto su mensaje tradicional aplicable a los tiempos modernos. Estas raíces universales no conocen de sistemas, ideologías, razas o fronteras. Se trata del conocimiento de uno mismo por lo que no se acerca tampoco a la religión puesto que no se compone de dogmas. Es la realidad de la vida, incluso más allá de ésta; la búsqueda de su sentido a través de la experiencia del cuerpo y del espíritu.

Aspectos fundamentales del Zen en decoración

Visto que la sabiduría Zen constituye una forma radicalmente diferente de entender la vida, su aplicación dentro de la decoración trastoca de lleno las convenciones asentadas. Algunas de las características más relevantes de este estilo importando de los países orientales tienen que ver con los colores. Los preferidos para el hogar tienen tonalidades neutras: el blanco, sobre todo, y la gama de colores que van de los ocres a los beiges.
En cuanto a los materiales, la tendencia es la madera natural y en concreto el árbol de la haya. Los muebles que se utilicen dentro de las estancias deberán seguir la máxima de la simplicidad en las líneas de su construcción. Así pues, para conseguir el equilibro perfecto, los muebles que elijamos de formas puras al límite. Debemos huir de curvas y barroquismos que no encajen de forma natural y optaremos siempre por las líneas rectas que invitan al orden por fuera y por dentro.
Los aspectos dominantes dentro del espacio serán la sobriedad, el pragmatismo y aquello que sea confortable porque lo que se pretende en una casa Zen es que podamos movernos sin obstáculos. No podemos olvidarnos de algo tan importante como la iluminación dentro de las diferentes habitaciones. El ambiente que queremos lograr será suave y sensual y esto lo alcanzaremos con la luz indirecta. También es vital para la atmósfera el uso de aromas suaves. La búsqueda de armonía en la vivienda debe ser el objetivo, la meta que uno se marca alcanzar puesto que debemos rodearnos de paz y silencio para meditar.

El Zen dentro de cada habitación




Si te has decidido y quieres trasladar toda la sabiduría del país del sol naciente a tu casa, puedes tener en cuenta alguna de estas sugerencias. El salón puede ser pintado de un color que le dote de amplitud y calidez, por ejemplo un beige. Debes ser consciente de que se trata del corazón de la casa y tiene que destacar por encima de todo, así que no dudes en ganar espacios anexionando otras habitaciones pequeñas.
Los objetos decorativos son pocos pero bien elegidos. Por ejemplo, podemos colocar un jarrón de cristal con grava o una botella rellena de paja. Las paredes pueden dejarse desnudas si la pintura de la pared es degradada pero también podemos colocar algunos cuadros de marco negro fino con motivos geométricos.
En el dormitorio se impone la tranquilidad y la pureza de los colores beige y blanco. Nunca pondremos un cabecero en material de forja, quizá lo más adecuado sería un mueble frontal liso de madera de haya con vetas un poco más oscuras. El edredón podría ser de algodón blanco con las sábanas. Lo que queremos conseguir es que la armonía reine dentro de esta habitación y, por eso, el toque final lo pone la iluminación, muy baja y escondida.
La formica blanca es la elección perfecta para la cocina. Como lo que se busca es que todo sirva a la práctica y a la comodidad, los utensilios de uso cotidiano tales como la batería o la vajilla pueden estar a la vista. El color para los platos y demás componentes será sin duda el blanco, fácil de combinar y en línea con la búsqueda de la armonía de la casa.



Por último, hablaremos del cuarto de baño donde el lema que se impone es también es la pureza. Todo debe estar dispuesto de modo que sugiera suavidad al tacto, a la vista y al oído. Un buen efecto es sustituir el azulejo tradicional por piedra. Las cañerías de metal limpio pueden aparecer a la vista en algún rincón y el cristal esmerilado de las ventanas armonizará con el agua.